Leyendas de vampiros ( parte 1)

Leyendas de vampiros ( parte 1)

Leyendas de vampiros ( parte 1)

Buenas noches a todos. Abrimos una nueva sección en que iremos recopilando leyendas sobre el mundo de los vampiros. Esperamos que este espacio sirva para que todo este saber pueda preservarse. Hoy os traemos dos leyendas extraídas del tratado de Agustín Calmet y que analizamos en nuestro libro.

Durante la llamada «epidemia vampírica», Don Agustín Calmet recogió multitud de episodios vampíricos en su tratado, de los que recojo los que me han resultado más ilustrativos:

Leyenda 1

Hace alrededor de quince años que un soldado que estaba de guarnición, hospedado por un campesino , en la frontera de Hungría, vio entrar en la casa, cuando estaba sentado a la mesa con su anfitrión, a un desconocido que se sentó también a la mesa con ellos.

El dueño de la casa fue extrañamente asustado de ello, lo mismo que el resto de la reunión. El soldado no sabía qué pensar, ignorante como estaba de la cuestión. Pero, habiendo muerto el amo de la casa al día siguiente, el soldado se informó de lo que era. Le dijeron que era el padre de su huésped, muerto y enterrado hacía más de diez años, quien así había venido a sentarse a su lado, y le había anunciado y causado la muerte.

El soldado informó primeramente al regimiento, y el regimiento lo hizo saber al cuartel general, que comisionó al conde de Cabreras, capitán del regimiento de infantería Alandetti, para que informase del hecho. Habiéndose trasladado al lugar con otros oficiales, un cirujano y un auditor tomaron declaración a todas las personas de la casa, que atestiguaron de manera uniforme que el re‑viviente era el padre del dueño de la casa, y que todo lo que el soldado había dicho y referido era la verdad exacta, lo que fue también atestiguado por todos los habitantes del lugar.

En consecuencia, se hizo desenterrar el cuerpo del espectro, y se le encontró como el de un hombre que acabase de expirar, y su sangre como la de un hombre vivo. El conde de Cabreras hizo que le cortasen la cabeza, antes de volverlo a depositar en la tumba. Se informó además de otros re‑vivientes semejantes, entre otros de un hombre muerto hacía más de treinta años, que había vuelto en tres ocasiones a su casa y siempre a la hora de la comida: la primera vez había chupado la sangre del cuello a su propio hermano; la segunda, a uno de sus hijos; y la tercera, a un criado de la casa; los tres habían muerto al instante. Basándose en esta declaración el comisario hizo desenterrar al hombre y, encontrándolo como al primero, con la sangre fluida como la tendría un hombre vivo, ordenó que con un clavo de gran tamaño le atravesasen las sienes, y que después lo colocasen de nuevo en la tumba.

Hizo quemar a un tercero, enterrado hacía más de dieciséis años, y que había chupado la sangre y causado la muerte a dos de sus hijos. El comisario habiendo hecho su informe al cuartel general, se envió luego a la corte del emperador, que ordenó que enviasen oficiales de guerra, de justicia, médicos y cirujanos, y algunos sabios para examinar las causas de tan extraordinarios acontecimientos. Quien nos ha referido estas particularidades las había conocido del señor conde de Cabreras en Freiburg im Breisgau en 1730[1].

LEYENDA 2

Hace alrededor de cinco años que un cierto heiduque habitante de Médreïga, llamado Arnold Paul, fue aplastado por la caída de un carro de heno. Treinta días después de su muerte, cuatro personas murieron súbitamente y de la manera que mueren, según la tradición del país, los que son perturbados por los vampiros. Se acordaron entonces que este Arnold Paul había contado a menudo que, en los alrededores de Cassova y en las lindes de la Serbia turca, había sido atormentado por un vampiro turco (pues también creen que los que han sido en vida vampiros pasivos se convierten en activos después de su muerte, es decir, que los que han sido chupados chupan también a su vez); pero que había encontrado el medio de curarse, comiendo tierra del sepulcro del vampiro y frotándose con su sangre; precaución que no le impidió, sin embargo, llegar a serlo después de su muerte, porque fue exhumado cuarenta días después del entierro, y encontraron en su cadáver todas las marcas de un archi vampiro. El cuerpo estaba bermejo; los cabellos, las uñas y la barba se habían renovado; y las venas estaban todas llenas de sangre fluida, que rezumaba de todas las partes del cuerpo en el sudario en el que había sido envuelto. El hadnagi o baile del lugar, en presencia del cual se hizo la exhumación, y que era un hombre experto en vampirismo, hizo clavar, según la costumbre, en el corazón del difunto Arnold Paul una estaca muy aguda, con la que le atravesaron el cuerpo de parte aparte, lo que le hizo dar, según dicen, un espantoso grito, como si estuviese aún con vida. Hecho lo cual, le cortaron la cabeza y lo quemaron. Después se usó el mismo procedimiento con los cadáveres de las otras cuatro personas muertas de vampirismo, por miedo de que fuesen a matar a otros a su vez

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Bibliografía

[1] Calmet, Agustín: Tratado sobre los vampiros, op. cit. pág. 44-45.

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