La leyenda de la Sierpe de Pedro Bernardo:Luces y sombras entre mito y realidad.
La leyenda de la Sierpe de Pedro Bernardo:Luces y sombras entre mito y realidad.

obra de : Celebrill
Es difícil encontrar a alguien que no haya oído hablar de la leyenda de La Sierpe. Durante generaciones, nuestros antepasados contaron a los niños la espeluznante historia de una culebra que habitaba en una cueva en lo alto del risco sobre el que se erige el pueblo de Pedro Bernardo, y que lleva el mismo nombre. El Risco de la Sierpe, con su topónimo, mantiene viva la leyenda de aquel ser mitológico que nunca morirá en nuestro imaginario colectivo.
Una historia que se repite en la mitología cantábrica.

La versión simplificada habla de una terrible sierpe que habitaba en la ladera sobre el caserío de Pedro Bernardo. Por el día, moraba en una cueva custodiando un valioso tesoro, y por la noche, acudía a las majadas de los pastores para alimentarse de su ganado. Cuentan que la sierpe era tan grande que podía devorar una cabra de un solo bocado. Unos dan medidas precisas, como D. Rufino Martín Romero en 1899, y dicen que medía 7 varas de largo. Otros, que su longitud era tal, que cuando bajaba a beber al Tiétar aún se veía su cola zigzagueando ladera abajo. En la versión escrita del siglo XVIII se cuenta que el lugar al que acudía a beber era la fuente de las Gamelleras, justo debajo del pico en el que habitaba. La versión popular dice que los pastores y cabreros del pueblo se unieron para acabar con tan terrible monstruo. A sabiendas de la glotonería de la bestia, acordaron colocar un pellejo, unos dicen que de cabra y otros que fue de oveja, pero en ambos casos, que estaba relleno de yesca encendida. La sierpe acudió como cada noche en busca de ganado y encontró el pellejo, y lo tragó de una asentada abrasando sus entrañas y muriendo en su intentona de llegar a las aguas del Tiétar.
En la mayoría de los pueblos existen leyendas similares y seres mitológicos que se mantuvieron vivos gracias a la tradición oral. A simple vista, se ve que el argumento de la historia poco varía de las versiones que se cuentan en pueblos de la cornisa cantábrica, cuyas gentes repoblaron estas tierras.
Sabido es que a estas tierras se trajeron en la época de la Repoblación familias montañesas procedentes de la zona de León (como los Mansos), de Asturias (como los Fernández-Yánez), o de Cantabria (como los Sánchez del Arco). Así mismo, en siglos posteriores, muchos hombres norteños procedentes de Galicia y de la cornisa cantábrica, acudían a Pedro Bernardo y a otros pueblos del Castilla a segar el cereal y a realizar trabajos estacionarios de recolección, etc. Muchos de ellos se quedaron a vivir aquí, y es posible que sus tradiciones se mezclasen en parte con las nuestras. Y digo esto porque, leyendo mitología cántabra y asturiana, se encuentra bajo otras denomnaciones la figura de la Sierpe, como el “Culebre” (Cantabria) y el “Cuélebre” (Asturias).
Si bien para los cántabros el Culebre era una serpiente con rasgos de dragón, para los asturianos era una horrible serpiente de gran tamaño que habitaba en cuevas y fuentes custodiando tesoros, que se alimentaba de ganado y de jóvenes doncellas vírgenes. Al monstruo sólo se le podía dar muerte clavando una espada de hierro en el cuello o dándole de comer una hogaza de pan llena de alfileres o de piedras calientes al rojo vivo.
Con esto vemos las relaciones entre la Sierpe cucharera y, por ejemplo, el Cuélebre asturiano, en cuanto al aspecto, lugar en el que habita, e incluso la forma de darle muerte, engañándolo con un alimento (un pellejo o una hogaza de pan) que contiene fuegos o elementos punzantes.
Algo de verdad en todo esto: Tras la pista de Juan García-Granado
No obstante lo anterior, el caso de Pedro Bernardo es excepcional, pues además de las conexiones con la mitología de las regiones cantábricas, se tienen referencias escritas que datan del siglo XVIII, y que llenan aún más de misterio la leyenda de Pedro Bernardo.
En el año 1718, D. Juan González-Robles Villanueva, cura párroco de la localidad y comisario de la Inquisición, anota en el libro de Becerro la ya por entonces conocida leyenda de la Sierpe, y dice que, habiendo preguntado a los más antiguos hombres del lugar, concluyeron que el vecino que se encargó de dar muerte a la bestia fue Juan Gª Granado. Se adjunta un extracto de lo que anotó en el Libro Bercerro de la iglesia parroquial:
“…Dícese que Juan García Granado, vecino que fue de esta villa, abuelo de Antonio García Granado, que falleció en 1704 y tío de Juan García Barril, vecino que es al presente de ella, y quien con más fundamento da esta noticia, la quitó la vida con maravillosa industria…”
“ … y por cosa irregular y monstruosa la llevó a Madrid, al Excmo. Sr. Duque de Alburquerque el dicho Juan García Granado (…) y admirado (el duque) por la excelencia de verla y de la industria y artificio de que se valió para matarla, le mandó pidiese alguna merced en su tierra, y como el que para pobre nace con poco se contenta, no se dice que pidiera más que el que no le quitasen el agua de la Cerrada, que baja por el Egido y se junta con el arroyo al puente de piedra de él, dentro de esta villa, con lo cual regaba unos castaños que tenía en dicho pago, y así mismo pidió un pedazo de tierra donde llaman El Barranco, cerca de donde nace el arroyo dicho, todo lo cual concedió su Excelencia”.
Ahondando en mi investigación genealógica, localicé la partida de bautismo de Juan García-Granado, nacido en Pedro Bernardo en 1641, que a su vez tuvo un nieto llamado Antonio García-Granado, nacido en 1696. No ha sido posible localizar la defunción de Juan García-Granado en 1704, año que cita D. Juan González-Robles como fecha de su fallecimiento, pero pudo perfectamente morir en ese año, a la edad de 63.
En cualquier caso, si es que esta parte de la leyenda tiene algo de cierto, es más que probable que fuese el hombre al que se refiere D. Juan en el Libro Becerro, ya que puedo corroborar la inexistencia en aquella época en Pedro Bernardo de otros hombres llamados Juan Gª Granado que no fueran éste, a excepción de su padre, según consta en la partida de bautismo y llamado igual, que debió nacer en torno a 1615 – 1620 (debido a un incendio en el archivo parroquial no se conservan registros anteriores a 1641). A continuación se transcribe la partida de bautismo de Juan García-Granado localizada en el folio 2º (vuelto) del Libro I de Bautismos de la Iglesia de Pedro Bernardo, antepasado directo del que me separan once generaciones (el apellido García-Granado era originalmente compuesto y deriva a partir de 1857 en la forma simple actual “Granado”):
Jnº, Hijo de Jnº Garcia.
En Pedro Bernardo, a seys días del mes de noviembre de milyseyscientos y quarenta y un años, yo Francisco de Olivas Montalbán cura deste infrascripto lug. baptizé un niño que se llamo Juan hijo de Jnº Grª Granado y de Isabel gs. sumuger. Fueron padrinos Germo Diaz y Rufina hdz su cuñada todos vez.os deste (…) Lug.r advertiles lacognicion espiritual y lo firme ff.º ut supra
Francisco de Olivas Montalbán
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