El cuélebre de San Vicente de la Barquera.

El cuélebre de San Vicente de la Barquera.

 

El cuélebre de San Vicente de la Barquera

imagen de:Zeravia Royalrebal

 

“Estrecha relación con la cuestión de las huellas de Santiago de Lóquiz tiene la siguiente leyenda, recogida en Cantabria, y que muestra un desarrollo narrativo bastante diferente de la creencia sobre las huellas del mismo santo:

La devoción al glorioso Apóstol Santiago el Mayor, hijo del Zebedeo, en nuestra provincia quedó recogida en una pasmosa leyenda que refiere el extraordinario hecho acaecido en la zona de San Vicente de la Barquera, término de Santillán, donde existe la caverna del Culebre sobre horadados acantilados costeros. Allí anualmente dejaban los vecinos como tributo una núbil doncella para que la devorase aquel monstruo cruel (que como Anfisbena se movía lo mismo hacia atrás que hacia adelante y habitaba la caverna), librándose así el vecindario de mayores males. Pues ninguna fuerza humana le hacía redrar de sí, permaneciendo renitente a cualquier componenda o sustitución. Hasta que un año, preparada para el sacrificio, la joven piadosa de turno invocó fervorosamente al Apóstol Santiago para que la salvara de tan cruenta muerte. Surtió desde el principio la primera plegaria, pues al culebre, de impenetrable tugumento, empezó a desprendérsele de la piel sus escamas gangrenosas en forma de fúrfura hedionda, y en el momento en que iba a ser inmolada por el fabuloso ente de potentísimo silbo y aguijón al aire, que fiamívoro echaba fuego y exhalaciones de azufre por boca y narices, cayó fulminado por la intervención del Apóstol, sin sufrir daño alguno la presunta víctima.

Añade la tradición que algunos vecinos pusieron en otra ocasión una trigueña y bella doncella cerca del farallón de la caverna en la noche de San Juan, y el monstruo terrible no salió de su escondrijo. Se atribuyó a la creencia extendida de que en esa noche es en la que todos los encantamientos se quiebran y, por consiguiente, el culebre de la cólera en los ojos permaneció aquietado y como en un sueño de parálisis eterna. Hasta que intervino el Apóstol, por lo que la muchacha salvada hizo voto de ir a pie peregrinando a Compostela, tener como santo predilecto a este gran predicador del Evangelio, y si matrimoniaba y tenía un hijo varón le pondría el nombre del divino Quijote y evangelizador de Iberia.

Como testimonio permanente del paso del Apóstol “hijo del trueno” sobre la zona costera de Santillán, al ir hacia la cueva del culebre enseñan los lugareños las herraduras del caballo de Santiago Matamoros correspondientes a las huellas de los pies de dicho caballo, y que son en realidad requienias fósiles, muy disminuidas actualmente en número por las búsquedas de los paleontólogos coleccionistas (6)”.

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 Bibliografía:

PEDROSA, J.M. (2000). Huellas legendarias sobre las rocas: tradiciones orales y mitología comparada. Revista del Folklore.

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