La serie “Siren”. Similitudes y diferencias con el antiguo mito de las sirenas

La serie “Siren”. Similitudes y diferencias con el antiguo mito de las sirenas

La serie “Siren”. Similitudes y diferencias con el antiguo mito de las sirenas.

Hace dos años tuve la noticia de que habían estrenado una serie sobre el mundo de las sirenas llamada “Siren”. Siren (Sirena en Hispanoamérica) es una serie de televisión estadounidense de fantasía y suspenso que se estrenó el 29 de marzo de 2018 en Freeform y su primera temporada consiste de 10 episodios.12​ El 15 de mayo de 2018, se anunció la renovación de la serie para una segunda temporada de 16 episodios, que fue estrenada el 24 de enero de 2019.34

La serie fue cancelada tras su tercera temporada y emitió su último episodio el 28 de mayo de 2020.

Pues bien, el otro día tuve la ocasión de visionar la serie y decidí que sería un ejercicio divertido comparar la visión que ofrece esta comparación con el mito universal para la sirena.

En primer lugar, y siendo justos con la serie, dado que esta se canceló, mucha de la posible trama que hubieran tenido preparada para las siguientes temporadas se  perdió para siempre, así que tendremos que analizar lo poco que nos ofrece la ya cancelada serie.  En ella se nos habla de las sirenas como una especie de raza u homínido marino. De hecho, la serie se aprovecha de la llamada “teoría del homínido acuatico” para explicar la existencia de las sirenas.  Esta teoría  proviene de las ideas que propuso Allister Hardy en la década de 1930 y popularizó Elaine Morgan con su libro The Descent of Woman en 1972. Esta teoría o hipótesis postula que el antepasado de los seres humanos actuales era un primate acuático o semi-acuático, ya bípedo y sin apenas pelo.

La serie se acoge a esta visión y trata de explicar la existencia de dichas criaturas racionales como una rama de la familia de los homínidos que evolucionó en el entorno marino. Así, en “Siren” las sirenas (y tritones) tienen una piel más gruesa que los seres humanos, unos colmillos muy afilados, están provistos de aletas y branquias, y lo más importante, tienen un canto que produce hipnosis o la propia muerte.

Pues bien, antes de proceder con nuestro análisis, debemos matizar que el aspecto de la sirena en el mito no siempre fue la de un humano con extremidades de cetáceo y,  de hecho, no siempre tuvo un sexo determinado, sino que se intuía que eran femeninas. Muchos consideran que el texto más antiguo en que se mencionan estos genios del mar es la Odisea, pero ya aparecen reminiscencias sobre los mismos en los textos mesopotámicos. Ya en la mitología sumeria aparece la figura de Lilith, un ser monstruoso de rostro de mujer y extremidades de pájaro.

Cabe la posibilidad de que estas historias fueran conocidas por los mercaderes griegos que viajaron a Asia Menor y sirvieran de base al
mito de la sirena. Este ser, Lilith, posee ciertas características que coinciden con la personalidad y costumbres de las sirenas, pero
difiere en algunos aspectos. Esto lleva a no poder descartar que el mito de la sirena sea un mito autóctono de los griegos, pues el mito
griego presenta características propias y diferenciadas. Valga decir que el propio relato de la sirena ha sufrido multitud de metamorfosis a lo largo de la historia. De hecho, la primera vez que se hace referencia a estos seres en la obra de Homero apenas se ofrecen detalles descriptivos. Como se observa, «las sirenas homéricas son entes vagamente femeninos todavía ni siquiera claramente provistos de alas y la condición de hembras de las sirenas no está subrayada».

En la obra Hómerica  “La Odisea” aparece una característica de las sirenas que no está presente en la serie, como es el la clarividencia y el conocer los secretos de la vida, de la muerte, y del inframundo:

Ven, ¡Oh, ilustre Ulises!, alta gloria de los aqueos. Detén tu nave a fin de
que escuches mi voz. Ningún hombre ha pasado de nuestra isla a bordo
de su negra nave sin escuchar nuestra dulce voz, sino que se han alejado
llenos de alegría y sabiendo muchas cosas. Sabemos, en efecto, todo
cuanto han sufrido aqueos y troyanos ante la vasta Troya por la voluntad
de los Dioses, y sabemos asimismo todo aquello que ocurre en la tierra
nutridora (Homero, Odisea, «Canto XII»).

En los relatos más antiguos, la sirena aparece con rasgos que distan mucho de las tradiciones que nosotros conocemos. En nuestras leyendas aparecen con elementos que recuerdan más a las de un cetáceo que a las de un ave. La razón detrás de este cambio en el mito puede ser la fusión, y posterior absorción del mito de la sirena griega con el mito de la sirena celta.

En las zonas de tradición celta existían multitud de leyendas sobre sirenas, como las mermaids en la zona de Irlanda. Las tradiciones de los pueblos celtas, en especial del foco británico, se convirtieron en un foco de difusiones de esas otras sirenas por el occidente medieval.

Durante un largo tiempo, ambas tradiciones, mujer‑pez y mujer‑ave compartieron espacio en el imaginario popular. Es bien entrado el siglo XII cuando paulatinamente desaparece la tradición griega en favor del hada con cola de pez[1]. Así puede constatarse en los primeros bestiarios medievales, donde ya se hace referencia a la figura que acabará por imponerse, la mujer pez. Tal es el caso del Liber Monstruorum, que habla así de las sirenas:

Las sirenas son doncellas marinas que seducen a los navegantes con su espléndida figura y con la dulzura de su canto. Desde la cabeza hasta el ombligo tienen cuerpo femenino y son idénticas al género humano, pero tienen las colas escamosas de los peces, con las que siempre se mueven en las profundidades[2].

Las sirenas escamosas defenestraron poco a poco la figura de la sirena‑ave y finalmente se impusieron en el imaginario popular. Junto a ello, se entremezcló la idea  de un ser mitologíco con la de una raza o pueblo que vivía con nostros. Valga decir que, a diferencia de como ocurre hoy, las sirenas (y tritones) eran descritos por los diferentes testimonios como seres peligrosos.

San Leandro en su obra De institutione virginum advertía a los incautos que querían ser contactados por las sirenas:

Ante las sirenas, siempre huir. Y no por un posible sentimiento de repelencia que puedan suscitar, sino por todo lo contrario. Su atractivo es tan grande que es difícil sustraerse a su influjo. Por ello, nada más avistarlas, y antes de que sea demasiado tarde, hay que rechazarlas y escapar[3].

Hasta cierto punto, la serie es fiel a esta ambiguedad de las sirenas en las que son peligrosas y temibles, pues buscan o bien raptar a los seres humanos para proceder a la cópula, o directamente para devorarlos. En la mitología además se da a entender que poseen una clase de chillido o estruendo para comunicarse unos con otros a grandes distancias. Tal y como relata TORQUEMADA:

Viéndose presos, dan unos gemidos dolorosos grandes y unas voces mal formadas y a la hora se oyen una infinidad de otros gritos y voces de la mesma manera, que atruenan y ensordecen los oídos que los están escuchando, pareciendo encima del agua tantas cabezas de tritones como si fuese algún grande ejército de muchas gentes, y así con esto como con el gran ruido que hacen comienzan a levantarse las ondas como si viniese alguna muy grande tempestad[4].

Ahora bien, la gran diferencia de la serie y el mito original se evidencia en dos aspectos. El primero en que en las leyendas tradicionales las sirenas parecen ser un pueblo rico (tienen palacios de nacar, plata y cristal) y además cuentan con objetos y fetiches de poder siendo capaces de terribles sortilegios. El segundo matiz, quizá más sutil, es que en las traciones orales se deja bastante claro que el mundo de la sirena y el del humano no pueden converger sin que la desgracia se cierna sobre uno de los dos compañeros o amantes.

Pues hasta aquí nuestra pequeña comparativa intentando evidenciar los aciertos y equívocos que introduce la serie en cuestión. Si le ha gustado, comparta con su amigos y conocidos, ayudando a que este blog crezca.

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Bibliografía

Introducción a la Teoría del Mono Acuático-https://bit.ly/3aPj6UC

[1] Rodríguez López, María Isabel: «Las sirenas: génesis y evolución de su iconografía medieval», Revista de Arqueología 211 (1998), <https://dialnet.unirioja.es/ejemplar/8823>, pág. 7.

[2] Rodríguez López, María Isabel: «Las sirenas: génesis y evolución de su iconografía medieval», op. cit. pág. 7.

[3] Lorenzo Arribas, Josemi: «El canto que encanta. Las sirenas en la tradición hispana antigua y medieval», Mirabilia 7 (2007): 39–58, <https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2571696.pdf>. (3)

[4 De Torquemada, A.: Jardín de flores curiosas, op. cit. pág. 61.

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