Las damas blancas (parte 1)
Las damas blancas (parte 1)
Con anterioridad, en este blog hemos dedicado un espacio para tratar sobre las llamas apariciones o presagios de muerte. Hemos hablado sobre la procesión de almas, la santa compaña o la mítica Rolda. Ahora bien, valda decir que existen un sinfín de tradiciones recurrentes que hablan de unas bellísimas mujeres de tez pálida como la fría nieve. Al parecer el encuentro con estas misteriosas entidades tiene funestas consecuencias, aunque, en algunos casos, pueden resultar entidades benevolentes.
El hecho es que las damas blancas pertenecen al folklore europeo y así se atestigua en una amplia tradición leyendística Por ejemplo, en Escocia y Alemania se conoce así a unos seres sobrenaturales que se consideraban ligados a la suerte de ciertas familias. Así, según una leyenda que circula por Berlín y otros lugares, una dama blanca, mujer vestida de blanco, con máscara y guantes negros, hace su aparición a
medianoche y a veces al mediodía; se dice que la aparición anuncia a quienes la ven la muerte del cabeza de familia o de un personaje importante. Fue vista por primera vez en 1486 en Plassenburg, y en otras ocasiones; incluso se dice que fue vista por Napoleón en la campaña de Rusia, y se dijo que la aparición anunció en 1.888 la muerte de Guillermo I. Con variantes, se encuentra también en Yugoslavia y en Países Bajos. De todos modos, no son ni cuentos ni leyendas ni motivos sólo de ámbito europeo. En América, por ejemplo, esta actuación espectral es concordante con el mismo patrón de “La llorona”, entidad fantasmagórica que aparece en los primeros años del México colonial anunciando desgracias.
¡Hemos recopilado algunas de estas leyendas que esperamos que disfrutéis!
SENHORA DAS NEVES
Andava uma rapariga a guardar ovelhas e a chorar. Apareceu-lhe uma mulher, que era a Senhora das Neves, e perguntou-lhe o que tinha. A rapariga disse que a mãe lhe não tinha dado pão. A mulher tornou-lhe que fosse pedir pão à mãe, que esta tinha uma arca cheia de pão. Enquanto a mulher lhe ficou a guardar as ovelhas, a rapariga foi e contou à mãe. Esta mandou-a à arca e efectivamente estava cheia de pão. A
rapariga tirou para si e voltou para o monte; as ovelhas estavam lá, mas a mulher não. No terceiro dia tornou a aparecer à rapariga e disse-lhe que fosse ter com a mãe para esta madar fazer uma casa de oração, que o dinheiro apareceria. É esta a origem da actual igreja da Senhora das Neves. (Foi um velho que me contou isto em 1890, mas não me soube dar mais explicações)..
El auxilio de la dama blanca
Cuando se dio cuenta de que se había perdido, Joaquín dejó rodar por sus mejillas dos gruesas y silenciosas lágrimas. El manojo de espárragos que aprisionaba en la mano se fue aflojando poco a poco hasta caer suavemente sobre la hierba. Ya era sol puesto. La niebla, ahora espesa, parecía haberse tragado todo el panorama de los alrededores. La indecisión lo desalentó. Fue a sentarse en una pequeña roca que había allí cerca, al lado de un cerro poco prominente. No pasó mucho tiempo, cuando el niño se dio cuenta de un cambio atmosférico. El viento había cesado y una luz que cada vez se hacía más y más intensa invadió un punto en lo alto del cerro. Joaquín, sin comprender, abrió los ojos. En aquel momento quiso oír una música celestial y lejana. A pocos pasos de él, entre el resplandor de la luz ya cegadora, apareció una señora vestida de blanco, con un manto azul. El niño abrió la boca de asombro… Sus ojos no pestañearon. A los pocos segundos oyó que le decía:
– SOY TU MADRE DEL CIELO.
Joaquín era un niño sensible. Aquella voz, aquellas palabras, lo invadieron de ternura. Repentinamente se arrodilló. De nuevo la voz de la Señora, una voz que parecía tener eco:
– VEN -le dijo-.
Como un sonámbulo, Joaquín se levantó lentamente, atraído por la voz y la figura. Cuando llegó a su lado, la Señora lo cubrió con su manto azul, en un abrazo tierno. El niño no sabía qué decir, se tragaba las palabras. Pero ahora sentía un gozo infinito. Un calor de nido le recorría todo el cuerpo. Luego, en su imaginación infantil, le parecía estar en el lecho de plumas de Dª Julia, su maestra de escuela, y pensaba
con alegría si no estaría ya en el cielo. Permanecía inmóvil, por miedo a que el más mínimo movimiento hiciera desaparecer la visión. De repente ocurrió algo extraordinario. Empezaron a caer copos de nieve, espesos y abundantes. Lo más extraño era que a él no le tocaban. En esa pequeña circunferencia había como un fuego que los derretía. Joaquín no sentía ningún frío. El calor que emanaba la Señora le hizo
entrar en una dejada somnolencia. Cerró los ojos y se durmió profundamente.
Juan y Vicenta habían sido acogidos en una huerta de los alrededores. Con las primeras luces del nuevo día salieron a buscar el niño . Sus ojos escudriñaban con avidez el paisaje, creyendo adivinar su figura en cualquier bulto aparente. La esperanza no les abandonó. Con pasos cansados llegaron a un lugar donde se divisaba el cerro de la aparición. Juan fue el primero que se fijó en aquella mancha roja que destacaba de los campos.
– ¡Es él, es su chaleco rojo! ¡Es Joaquín… !
El tono de su voz parecía resucitar. Fueron corriendo, él y ella, abandonando el cansancio. Joaquín estaba dormido con la cabeza apoyada entre los brazos. Su semblante inspiraba serenidad, parecía un ángel. La emoción de sus padres lo despertó. Las preguntas se multiplicaron, pero él tan sólo acertaba a decirles:
– Vi una señora que me tapó con su manto y me dormí. No tuve frío, de verdad,
no tuve
La Dama blanca d’Aubinyà
En el pasado gobernó en estas tierras un obispo injusto y opresor. Nada hacía cambiar su actitud, ni siquiera las advertencias de ser castigado por la Dama Blanca, una hermosa mujer siempre vestida de blanco. Una noche, al pasar con sus soldados por el río Aubinyà, el obispo vio a una misteriosa mujer al pie de una cascada. Deslumbrado por su belleza, la siguió entre las aguas y (supuestamente) desapareció para siempre. Poco después un lobo muy feroz empezó a atacar los rebaños de los alrededores. Parecía imposible cazarlo, hasta que el síndico de Andorra consiguió abatir la bestia, pero cayó enfermo al instante. Entonces apareció la Dama Blanca afirmando que el obispo, convertido en lobo, había causado la enfermad del síndico. Ella no podría salvar al moribundo, pero prometió que desde ese momento protegería para siempre el Principado
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Bibliografía
https://www.grandvalira.com/sites/default/files/files/Llegenda%20La%20dama%20blanca%20d’Aubinya.pdf
Martos Núñez, Eloy, La casa encantada: estudios sobre cuentos, mitos y leyendas de España y Portugal : seminario interuniversitario de estudios sobre la tradición, Junta de Extremadura, Editora Regional de Extremadura, 1997, pp. 100-110.
A. Limpo Píriz: Olivenza Antología esencial. P. 310-2, texto de m. Dolores
Mira.