Las lamias
Lamias
imagen de:Aneley Chan
En la mitología griega Lamia era originalmente una mujer hermosa, posiblemente hija del rey Belo, que se convirtió en amante de Zeus. Cuando Hera, la esposa del dios, descubrió la infidelidad, asesinó a los hijos de Lamia como venganza (o según otra versión, la enloqueció y empujó a matar ella misma a sus hijos) y la convirtió en un monstruo.1 Lamia fue condenada a no poder cerrar sus ojos, de modo que estuviera siempre obsesionada con la imagen de sus hijos muertos. Zeus le otorgó el don de poder extraerse los ojos para así descansar, y volver a ponérselos luego. Lamia sentía envidia de las otras madres y devoraba a sus hijos. Tenía el cuerpo de una serpiente y los pechos y la cabeza de una mujer
Las lamias son, en la mitología vasca, entes de género femenino que vivían en cuevas o ríos. Los hombres se enamoraban de ellas y las lamias también de ellos. Según algunas leyendas, las lamias ayudaban a los agricultores en sus quehaceres, después de comer por las noches la comida que les dejaban. Pero no todo lo que hacían las lamias era positivo, secuestraban a los hombres y en otras ocasiones, si no estaban dispuestos a ayudarlas, les hacían el mal.
El concepto que la tradición actual conserva de estos genios no siempre es coincidente e, incluso, llega a ser contradictorio. Tanto el perfil antropomórfico como las actividades que se les atribuye aparecen distorsionados y dificultan la definición unitaria del personaje. Hay un cúmulo de actuaciones agresivas propias del mundo de las brujas, y que en determinados lugares se asocian también a las lamias. El gesto amable e inofensivo se convierte entonces en ceño hosco y talante dañino, extremos difícilmente compaginables entre sí
Los amuletos también pueden proteger de los ataques de las lamias, sobre todo las que contienen ruda y apio. Las leyendas de Ataun, Ondarroa, Mutriku o Deba, por ejemplo, dan cuenta de la eficacia de los amuletos. Cuando un hombre se acercó a dos lamias, una de ellas le dijo a la otra que atrapase al hombre, la otra le contestó que lo hiciese ella, que el hombre llevaba apio y ruda puestos por su madre.
Al gallo de marzo también se le pedía ayuda para protegerse de las lamias, según las leyendas de Abaurrea Baja y en Lekeitio, por ejemplo. En esa última localidad se cuentan las “Liñuen minak” (penas del lino): desde las doce de la noche hasta las dos de la madrugada no se podía pasar por delante de la cueva que hay en Okabixo, entre Lekeitio y Markina. Por una apuesta, un joven pasó por delante de la cueva y una lamia le agarró y lo llevo dentro, para comerlo. El hombre pidió que antes de ser sacrificado, le dejasen contar las “penas del lino”:
“Lehenego sorotik atera,
gero leortu,
gero trangatu,
gero sapindu makilakin edo buztarriakin,
gero zurezko trunkesekin trangatu,
gero txarrantxatu,
gero ardatzean jarri,
gero iruin,
gero astalkatu,
gero egosi,
gero errekan garbitu,
gero leortu,
gero arildu,
gero eio,
gero josi edo soineko bihurtu,
gero erabili,
gero hautsi,
gero…”
El hombre lo recitó muy despacio y la lamia, como tenía hambre, le dijo que fuese más rápido. Entonces cantó el gallo del caserío de al lado y la lamia tuvo que huir: “Ai Okabixoko oilar gorri martxoan jaioa! Nik afaltzeko eskutan neukan legatz aundia kendu didazu. Azari batek aterako al dizu ezkerreko begia!”. (¡Ay gallo rojo de marzo (nacido en marzo) de Okabixo! Me has arrebatado la gran merluza que yo tenía en mis manos para cenar. Que un raposo te arranque el ojo izquierdo).
BIBLIOGRAFÍA
RUIZ OSUNA, PABLO / REÑÉ QUILES, DAVID “Guía de los seres mitológicos españoles”, 2021, editorial Círculo Rojo
MARÍA SATRÚSTEGUI, JOSÉ, Lamias y sirenas a través de la simbología
https://www.hiru.eus/es/cultura-vasca/lamia